mística de la extinción

MÍSTICA DE LA EXTINCIÓN

En el parque de la Avenida Blasco Ibáñez
quedó petrificada la adolescencia de los sueños que no vendrían:
la esquina rota,
el aire ensordecedor
de alcanzar un horizonte
frío,
una muerte digna.

Por las calles de Valencia paseamos de la mano
soñando con ese París
de literatura.
Allí caminaba Miller
en el eco de las voces,
visitamos las tumbas
de Oscar Wilde y Balzac.
Antes de llegar soñamos,
nos amamos en el silencio
de un mes de agosto detenido;
una valla
-escribí entonces-,
un valla del jardín
donde comernos sobre el césped;
luz de luna
en el territorio alado,
playa y arena mojada,
tu ropa interior
en el mostrador de aquel lugar,
como pago y futuro.

Nos vimos en aquella casa diminuta
-Alicia eras tú-,
rodeada de conejos y de cartas
marcadas.
Así fue como llegué
a la madurez de ser en verdad inconsciente,
a la belleza de alcanzar un lugar
pacífico
donde reposar las heridas de una vida
demasiado larga, demasiado intensa
entre las flores.
Allí construimos
ese pequeño refugio antiaéreo,
y nos rodeamos de francotiradores
que se asomaban a las ventanas
para proclamar a gritos:
¡Viva la vida!

Aire detenido en algún momento,
nos quedamos con las migas
de trabajos embrutecedores
que nos dejaban horas diminutas
en medio de fatigosos días,
y alguien afirmó que todo lo que tocábamos era magia.
Si supieran…
si supieran que la magia eras tú,
que la magia era el eco de estrellas plateadas
en tardes aburridas de estío
que despertaban en mi la furia
del poeta;
del loco y el enfermo que construía para ti
los palacios donde reías.
Así fui levantando
la racionalidad
de hoy en día,
la comparsa y la contemplación con la que atisbo
el devenir de un futuro incierto.

Recorrimos la Buttes aux Cailles
armados con los astros
de un Paris de ensueño
-oíamos los ecos-,
para ti era el origen
para mi el destino, casi veinte años aguardando el momento
de pisar los lugares que había querido
habitar.

Encontramos un respiro entre los perros de la lluvia,
en los viajes de verano
que te alejaban sin remedio
de nuestra casa de cristal.
Fueron suspiros,
el murmullo impreciso
de la música convertida en pared,
de la ausencia que anhelaba sin remedio la presencia,
de cuanto habíamos dibujado
desde esa ventana iluminando un faro
las noches sin luna.
Todavía soñabas.
A veces con una ciudad incendiada,
con un continente desértico
donde extender los brazos y amarnos.

La pasión se difuminó en los largos trayectos que hicimos;
desde los volcanes de Lanzarote, en un mes de enero mágico,
hasta la exuberancia del Atlas:
vivimos con los ojos muy abiertos.
Quisimos pensar que se podía,
que el mundo se transformaba
en exclusiva para nosotros, alados, tan hermosos,
paseando la arena terrible
del desierto,
en los chapuzones de lava y en esos pequeños
arrebatos lluviosos.

Seguimos andando,
inconscientes del destino,
a veces con las armas preparadas
para suicidarnos al unísono,
o para disparar sobre el pianista
que gozaba entrometiéndose en nuestra vida
frágil,
el que borraba las pequeñas cosas
que colgaban de nuestro cielo
nublado para ocultar lo importante.

Y te he amado en El Cairo;
te juro que abracé tu cintura
y penetré tu alma de rosa
en cuantas partes y lugares te
vi reír de madrugada:
así fue en Roma y en Praga, en Venecia,
lo mismo en Londres, París,
en Madrid, en La Habana.
Te he querido
con el arma cargada,
con la marca alocada del deseo,
de contemplar lo que no lograba asir en la miseria de renunciar.

A veces, observando esa ladera de la montaña,
la imagen del paraíso
que inventamos, nos miramos con la complicidad
de los que sueñan juntos, con el verdadero esplendor
de un devenir.
Es un instante, porque luego la vida nos arrastra,
y nos aferramos a la cálida desnudez
con la que solemos retar a los Dioses.

Te amo tanto
que podría comerte para jamás olvidar
que estuviste en mi y yo dejé en ti la semilla que surgió
del origen de la vida.

Fue en la Avenida Blasco Ibáñez,
hace ya tantos años,
y el silencio de la mirada
seducido por la belleza de La Marianne,
por Gainsbourg y Clichy,
todavía ha dejado mudos
los setos y los bancos del parque;
ya no se oye nada.
Está detenido el tiempo en la reverberación
de tus labios y en esas botas de piel de serpiente;
estamos muertos y vivos
en ese instante,
quietos, impávidos contenemos la respiración
aguardando que el cigarrillo
se acabe para volver a amarnos
como ayer.

Baila para mí
esta noche.
Vuelve a ser la Sherezhade que solía
narrarme el destino del hombre,
susurramé al oído, abrázame en el
lánguido despojo de un simulacro,
porque puede ser que mañana
regresemos a ese desierto en el que nos miramos cara a cara
a punto de la extinción,
y yo te diga quiero tu alma y tu me digas
abrázame, abrázame,
que el cielo esta tan negro y mi única
luz es el azul tristísimo de tus ojos.

Copyright Ariño2008.

7 Comentarios Agrega el tuyo

  1. alfaro dice:

    …espero que baile otra vez para ti…

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  2. azularena dice:

    Joder me he quedado sin palabras.

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  3. jimarino dice:

    A veces baila, incluso mejor que antes. Contemplamos la extinción con los ojos muy abiertos. Somos hijos de los antiguos caníbales. Sólo necesitamos aire, y nuestros hijos son de escarcha. No es raro que me muerda y me arranque un trozo de carne, y yo escarbo en su corazón con las uñas. A veces pienso que la foto prehistórica que encabeza el poema es la nuestra. Somos hijos del tiempo, no del presente. Nunca estuvimos en el lugar adecuado, pero sobrevivimos con cierto orgullo. Eso sí, que nadie venga a decirnos como tenemos que volar. Nacimos pájaros, nos estrellamos contra los muros, pero seguimos agitando estas alas mugrientas. No tenemos huesos. Somos esperanza, esperanza del hombre futuro en plena extinción. Pero eso sí, no dejamos de sonreír jamás, incluso cuando nos golpean los hombres sin alma.

    Ferminus, espero que te hayas quedado sin palabras por una buena razon. ¡No me asustes, coño!

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  4. jakopok dice:

    Ahhhhh su madre!!!

    Con el arma cargada…alguna vez has ido sin balas? young Buk.?

    Metes la marcha atrás y warnin my friend!! que haces descalabro en más de un wild heart, arrasas con tutti mon vieux grimpeur.

    Sha te hemos creado un club de fans por aquí los Buenos Aires, queridos o no, vit.te?, hace frío, es agosto, tiene huevos, ni Angel ni yo, ni unos cuantos, aún lo entendemos, pero así.

    Si lo leo de nuevo quizá me atasco y no es la intención, me falta ese aire seco y oscuro de la Calderona o de alguna de esas para volver a mirar hacia algún punto y decir no llego, no llego, no llego, extenuado por el viento que me tira patrás en mi mountain ayy, las balas de los caídos escondidas entre las caconas de las ovejas locas… lo que sea, cualesquiera se verifica si y sólo si, es tan de uno y tan en pelotas.

    Si tiro del C:\… yo también sentí un rumbo junto a mi amigo Chal.lie en esa Avda. Blasco Ibáñez, dark at night, on the edge of town, volviendo, ya tu sabes.

    Rosita sí que la tiene clara, campeona contra las manchas!!!

    Y mientras, nosotros pues, vamos, venimos, el corazón a veces en la mano y un huevo de buenagen par tout!! que así es todo más mullidito, aunque tiremos pal monte.

    besito Niño Envuelto

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  5. Estel Julià dice:

    Ariño,

    Vaya poema, intenso y creo que en el fondo muchos de nosotros hemos vivido esas imágenes tan bellas y prolijas que nos traes. Toda una mística casi palpable en esa avenida.

    Esa avenida…

    Ha sido un placer recordar al leerte.

    Un saludo,

    Estel J.

    http://trazandocaminos.blogspot.com/2008/08/erotika.html

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  6. jimarino dice:

    Como siempre, muchas gracias, Estel. Muy contento de que te guste y feliz de que vuelvas por estos lares.
    Un abrazo

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  7. alfaro dice:

    por más que he buscado un correo, no he encontrado nada, déjame tus francotiradores un ratín…, me los llevo, me encantan tus francotiradores de la vida…espero que te gusten en mi ciudad…
    Un brazo.

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