FRIEDA Y DAVID-EL AMANTE DE LADY CHATTERLEY-D.H.LAWRENCE-A TRAVÉS DE TU CUERPO-ALBERTO BEVILACQUA
Llegó a considerar que había conocido a un gran hombre, a un ser humano inteligente y sensible, de una nobleza distinta a la que él estaba acostumbrado en su vida corriente y en el ejército. Nunca entendió para qué servían las ideas y los libros hasta conocer a David. Le abrió los ojos. Le hizo percibir maravillas que había pasado por alto, le provocó disquisiciones inesperadas sobre su propio devenir, reveló el significado de ciertos sueños e incluso muchas de las posibilidades que tuvo a su alcance más tarde. De alguna forma sintió que algo de él se había impregnado en su piel en el transcurso del tiempo que compartieron, que en realidad fue cierta esa trasmutación de almas que el otro le sugirió, ese intercambio que experimentó muchos años atrás en Villa Bernarda. No pudo precisar nunca en todo este tiempo si realmente fue su amigo, si se trató de algo profundo o tan solo de un espejismo fugaz que acaso dejó demasiada huella, pero lo cierto es que expresaron emociones muy sinceras, confesiones que jamás le concedió nadie, ni siquiera esos pocos amigos íntimos que tuvo. De alguna forma había moldeado hasta su personalidad, y el militar le guardó el secreto durante muchos años, hasta que la miseria y el abandono, la soledad profunda, le obligaron a salir de sí mismo, a traicionar lo que consideraba tan valioso.
David le enseñó que las palabras de la literatura poseían una verdad extraordinaria, y que además eran útiles para la vida. Su antiguo código de virilidad y acción quedó en entredicho al compartir con él unas cuántas conversaciones en aquel período extraño en Spottorno.
Muchas veces vio su rostro aparecer en el duermevela, al despertar de un sueño profundo, le parecía que le acompañaba, que David estaba a su lado. Fue feliz y perdió mucha de esa alegría espontánea con la vejez. Se convirtió en un anciano triste al que constantemente se le escapaban las lágrimas. Su mundo se había desintegrado paulatinamente y ya no tuvo fuerzas para levantarse otra vez, pero David, de una forma u otra, siempre estuvo a su lado, incluso más que Frieda.
Recordaba que al principio no entendió nada de lo que había sucedido, y realmente creyó que le habían engañado. Él no era más que un pobre oficial de rango bajo del ejército italiano, sin demasiada educación y con una cultura limitada. David era rico, rico y brillante, famoso incluso. Muchos años después de que desapareciera de su existencia, entendió lo famoso que era, sabía perfectamente que perduraría, que había sido alguien importante y conocido, se había adelantado a su tiempo, y viviría en todas esas palabras que dejó escritas. Le entristecía pensar que algunos de sus libros se leían poco a esas alturas del siglo XX, que el escándalo que provocó su novela más conocida lo convirtió en un hombre célebre y al tiempo lo encasilló. Esa novela hablaba de Frieda, de David Herbert Lawrence y de él, del soldado, del militar joven e impetuoso que aquella mañana soleada de primavera en la playa estrechó el cuerpo enjuto y dolorido de un hombre envejecido prematuramente que supo ver mucho más que los demás, después de pasar toda la noche con Frieda. David le reveló el origen, el desarrollo y el destino de tantas y tantas cosas. Cuando leyó la novela comprendió de súbito todo lo que había vivido al lado de David, también las motivaciones de Frieda y lo que significó para ella, todo lo que pudo enseñarle esa mujer que les arrebató el corazón. No fue Frieda la que aprendió de ellos. El posible triunfo del bersagliere sobre el cuerpo maltrecho y carcomido por la tuberculosis y sus bronquios de cristal era una insignificancia para Frieda, y eso pudo dolerle algún tiempo, años después de que ella desapareciera, pero cobró su sentido más tarde, le hizo verse en esa historia desde otro punto de vista. Frieda sólo podía darle esas migajas porque amaba con toda su alma a David, pero el soldado comprendió leyendo El amante de lady Chatterley que esas migajas fueron sinceras y profundas, en realidad ocuparon un espacio enorme en la vida de los tres, vinieron a compensar para Lawrence y Frieda lo que tuvieron y habían perdido, y para ese importante papel, él fue el elegido. El amor sensual que les unió muchos años atrás, el que hizo que Frieda abandonara a su marido y que David traicionase a un amigo para estar juntos, lo vivieron a partir de entonces a través de él.
David le expresó con el corazón en la mano que su amor de pareja requería de otro hombre, y lo hizo sin resquemores ni titubeos, apenas un atisbo de ligera vergüenza, pensar por un instante que lo percibiría como un degenerado más, y enseguida rehacerse, afirmar que lo que solicitaba era puro amor, deseo por la mujer que eligió como compañera de viaje. También insistir en que Frieda le había enseñado a amar. Ofrecía una diosa del amor conmovido, aunque en realidad fuera Frieda la que se entregaba. Él sólo quería volver a respirar el deseo de Frieda, revivir la plenitud sexual que antes de caer enfermo gozó entre sus brazos. Al militar le reconfortaba pensar que sólo él y David conocían ese secreto, la reverberación de la poderosa motivación de Afrodita. Necesitaba enfriar la quemazón del vientre, el ansia de sentirse inseminada, adorada y deseada. Necesitaba apaciguar la ira y el desconsuelo que le producía saber que la pasión amorosa que la unió a David para siempre había quedado anegada. Fue ella la mujer que se entregó al bersagliere orgulloso, al hombre joven, la que domó lo que parecía imposible domar, insistiendo en que él era el amor, él era el cuerpo de David, y para el soldado esa novela fue la construcción más hermosa de su vida. Se hallaba en el interior de ese personaje y sintió hasta el dolor no haberlo comprendido entonces, no entender en esos largos atardeceres de amor sensual, que el anhelo de Lawrence siempre fue continuar amando a Frieda, que esa novela que releía una y otra vez conformaba la expresión literaria de su extraordinario y generoso amor hacía ella, y que él, el bersagliere, fue el medio que utilizo David para que Frieda siguiera a su lado, y para más tarde escribir una de las novelas más fascinantes del siglo XX.
OTRAS REFERENCIAS
El triángulo real-literario | Babelia | EL PAÍS
– EL MUNDO | Suplemento cronica 579 – EL AMANTE DE LADY CHATTERLEY EXISTIÓ