

Los fascinante de esta historia, entronca sin duda alguna con el sentido de la literatura, con el modo en que Coppola, más de sesenta años después, leyó con suma atención la novela de Conrad, y no sólo comprendió el texto, lo hizo suyo, lo asimiló con todas sus consecuencias, sino que, enarbolando su capacidad mítica, inspiró su propia denuncia, su compleja película, iluminando sus experiencias sobre Vietnam, haciéndole comprensible el objeto de esa compleja guerra, sus emociones e ideas al respecto, hasta el punto de pertrechar finalmente esa obra maestra del cine de todos los tiempos, desmesurada e imperfecta, a menudo deslumbrante y maravillosa, que es Apocalypse now. Resulta enriquecedor observar el paralelismo entre ambas historias, cada una de ellas ambientada en los lugares que fueron experiencia y preocupación de los dos genios, no sólo como un diálogo entre artistas de extraordinario nivel, sino como el encuentro de dos seres humanos que nunca se conocieron ni fueron siquiera contemporáneos, y que, sin embargo, establecieron un diálogo profundo y deslumbrante sobre el mismo asunto: el horror humano.
A Joseph Conrad se le consideró durante años un escritor menor, especializado en novelar aventuras marinas. Fue la crítica años después de su muerte -y sobre todo los lectores, que nunca lo abandonaron- quienes recuperaron el autentico valor de su trabajo. El corazón de las Tinieblas no es una novela de aventuras al uso. Utiliza la excusa del viaje para emprender un camino hacia la oscuridad interior del ser humano, para describir el efecto de la civilización, su prepotencia técnica, en el alma de los hombres, entendiendo civilización como ese modo artificial de relacionarnos limitando nuestros instintos y organizándonos en comunidades sociales y económicas. Tampoco fue un panfleto anticolonialista sin más, como se quiso ver durante algún tiempo, en esa época en la que la teoría literaria pareció encaminarse hacia un estudio sesgado de su valor. Estoy convencido de que cualquier lector medio que acceda a las páginas de la novela, terminará por hallar en la narración de Marlow aspectos de su propia vida, de su particular modo de pensar y sentir el mundo en el que vive.
La historia que Coppola y Conrad contaron es muy similar salvo en lo accesorio. Marlow -como el capitán Willard en la película- inicia la historia contando años después su fantasmal recorrido por un gran río africano en un barco de vapor. En Apocalypse now, es una barcaza de guerra que tiene que cruzar las líneas del Vietcong por agua. Marlow tiene una misión, encontrar al agente Kurtz y descubrir que está sucediendo, por qué el agente más productivo de toda la Compañía Belga, ha dejado de repente de enviar las cantidades de marfil que enviaba. El Capitán Willard en la película, recibe la orden de encontrar a Kurtz porque se rumorea que sus métodos se han endurecido, y sobrevive cerca de la frontera con Camboya con un ejército de soldados fieles y entregados indígenas que lo veneran. Los informes que recibe del alto mando hacen pensar que el Coronel se ha vuelto loco. Marlow se adentra en el sinuoso recorrido fluvial, encuentra antes un barco militar francés bombardeando sin razón alguna la costa, como si no luchara contra nada más que la exhuberancia y la naturaleza del continente; puestos medio abandonados en el corazón del Congo, donde hombres civilizados han perdido el sentido y la disciplina, y se entregan a actos irracionales y actitudes extravagantes para combatir el vacío y la desesperación que sufren, bordeando sin remedio la demencia. Willard, en la película de Coppola, atisba en su largo recorrido el sin sentido de la guerra, la indefensión de aquellos soldados enviados lejos de su tierra al infierno sin preparación ni posibilidad de triunfo. Conforme va abriendo los distintos informes que el estado mayor le proporciona sobre el coronel Kurtz, comprende hasta que punto fue un hombre honesto, inteligente y capaz. Su transformación, como la del Kurtz literario, es un misterio que se va entrelazando con la hostilidad del paisaje bélico, con la inmensidad de esa selva en la que se pierden. La imagen del capitán Kurtz, conforme Marlow describe en sus encuentros la información que le van dando los personajes que halla en su recorrido, se convierte en un ejemplo de inteligencia y honestidad, agujerado inesperadamente por un comportamiento ilógico e indigno a partir de cierto momento. Siente una curiosidad inmensa por comprenderlo, conforme más sabe, como le ocurre a Willard en Apocalypse now, más desea aproximarse a él, conocer su secreto.
En ambas obras, Kurtz se relaciona no sólo con las oscuras instituciones históricas y económicas a las que la codicia y la crueldad corrompen, sino con esa propensión escondida a la caída, al abismo, a la corrupción moral del espíritu humano cuando debe sobrevivir por encima de todo. En el caso de Conrad, este acercamiento se adhirió a la propia idiosincrasia de un testamento tan nefasto y asesino como lo fue la Compañía, y en la película de Coppola, se refleja en la maquinaria militar norteamericana, en sus verdaderas motivaciones secretas, tan representadas en el cine y evidentes en los diferentes conflictos en los que ha intervenido. Coppola trasladó la acción a esa guerra quizá para advertirnos que, tras cada gran gesto del gigante norteamericano, teñido de ese patriotismo que resulta tan incomprensible a estas alturas para los europeos , se hallaba la misma amoralidad que el escritor halló en su viaje a las tinieblas. El Coronel Kurtz acepta el destino que la guerra le pone delante, pero no se limita a fingir, sino que se acerca a las verdaderas motivaciones del ejercito, y proclama que él puede resolver ese conflicto si le dejan, sin aspavientos, sin temor ni tantas bajas humanas. Es evidente que se ha vuelto loco a juicio de las autoridades, pero la razón no es otra que las propias circunstancias de la guerra. ¿Acaso en las escenas en las que vemos a Robert Duvall (teniente coronel Bill Kilgore) admirar a la aviación de los Estados Unidos rociar de Napalm los bosques no encontramos la locura del conflicto bélico, esta vez protegida por la aceptación oficial de sus métodos?. El coronel Kurtz asume el horror de cualquier contienda, lo convierte en el fondo en una metáfora de sí mismo, de su propia barbarie interior, de su condición humana, de ese lugar oscuro que puebla el alma de cualquier hombre por civilizado que sea, y lo hace en nombre de los salvadores que van a liberar del comunismo a Vietnam. A Conrad, le interesaba alcanzar la esencia de Kurtz y relacionarla con los exceso coloniales, con la falsa moral y la prepotencia de occidente frente al resto de civilizaciones.
Kurtz es en ambos casos un hombre de ideas, un poeta, un músico, un político que, por razones misteriosas, se convierte en la expresión más horrenda del alma humana, empujado por aquellos que lo dirigen. En las dos historias se erige, pese al narrador del corazón de las tinieblas, el capitán Marlow, y el capitán Willard que guía los acontecimientos en Apocalypse now, en el protagonista, es una pura incógnita a resolver, un dato escondido, la luz que guía la historia, una fugaz aparición en el ocaso de la novela que no logra reemplazar todo el trayecto anterior en el que acompaña a los personajes como un fin o una figura inasible, etérea. En la película, gracias al extraordinario papel de Marlon Brando y al modo en que Coppola filma el encuentro, gana un protagonismo presencial, una intensidad mayor que en el texto literario, aun a costa de perder precisamente su aura poética, aunque queden las memorables imágenes sombrías, en las que atisbamos el portentoso físico de Kurtz encarnado por Brando, su modo de rezar, de recitar, de comprender, accediendo a imágenes poderosas y hermosas, que alimentan en el cineasta un final distinto al del escritor. No contaré el final de las dos historias, sin embargo difieren, quizá por que Coppola era ya un hombre del siglo XX, sumido en ese periodo en el que las utopías terminaban, y la inocencia había sido sustituida por la afilada mandíbula de los poderosos sin trabas ni remordimientos. Los dos artistas fueron críticos con su tiempo, de alguna manera leyeron lo que terminaba de suceder y lo que vendría después. ¿No es cierto que la experiencia de Vietnam -y no me refiero a la derrota de los Estados Unidos y a la enorme carga psicológica para el país y sus combatientes, que necesitaría de un análisis más largo y distinto- se pude trasladar cuarenta y tantos años después a la de Afganistán o a Irak?. Se pelea por un interés político, y las razones de la guerra, tal y como nos contó Coppola, ya no poseen, si es que alguna vez fue así, ningún componente heroico o virtud alguna que no sea el juego de intereses de unos pocos que envían a sus soldados a morir sin importarles otra cosa que su beneficio: Juegos de cuatro generales y un puñado de congresistas avariciosos de hacer negocio.
Coppola supo que aquella era la primera guerra de la era moderna, que detrás del coste de vidas, tras los rastros de las amoralidades allí cometidas y la protesta masiva que se produjo en su país, no había más que razones oscuras, motivaciones sin sentido, desconcierto y abandono, y de ahí su afán por demostrarlo a través de esa antigua historia de Joseph Conrad que le fascinó. El teniente coronel Bill Kilgore toma una zona de la costa tan sólo porque allí se levantan magníficas olas para hacer surf. ¿Puede haber algo más absurdo, mejor ejemplo que la muerte de seres humanos tan sólo por el afán de un oficial empeñado en surcar las olas en su tabla?. Conrad prefirió llevar la novela hacia un conflicto moral distinto, cuyo contenido no adelantaré. Marlow, el narrador de El corazón de las Tinieblas, nos depara como conclusión una escena extraordinaria que trasciende la intención aventurera del texto, cerrando magistralmente una de las obras maestras de la literatura de todos los tiempos.


Historia de Apocalypse Now








Impresionante el artículo. Magnífica relación entyre las artes. Me ha servido de mucho.
Hasta pronto. Volveré a blog
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Ariño,
Me he quedado sorprendida, no sólo controlas la literatura, sino que además el cine también.
Es fantástico.
Me parece muy interesante el trabrajo de orfebre que has hecho.
Blogado estás para seguirte la pista.
Un saludo,
Estel J.
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Todo un honor que me blogues en tu magnífica página, Estel.
El comentario es demasiado generoso por tu parte, pero me anima.
Un besazo.
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Formidable trabajo, bien documentado y perfectamente trabado cine y literatura. Solo se pede calificar como genial.
Gracias por este regalo.
Un saludo
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