Es evidente que un escritor que busque el éxito actual no debería hacer caso a este decálogo. Juan Carlos Onetti nació el 1 de Julio de 1909. Sin duda alguna es uno de los escritores latinoamericanos más importantes del siglo XX por muchas razones. Cuentista sobresaliente, destacó sobre todo por sus novelas, por ese mundo mítico que creo en Santamaría, y ese puñado de personajes que le acompañarían como una obsesión toda su vida. Escribió como los ángeles, introdujo asuntos y ambientes inusitados en la narrativa suramericana, distinta al del resto de sus contemporáneos. Tanto los críticos, aun los más rigurosos, como los escritores de distintas promociones, tendencias y grupos (separados a veces por agrias polémicas), llegan a una insólita unanimidad cuando se trata de juzgar elogiosamente a Onetti. Ángel Rama, refiriéndose a El pozo, llegó a decir que «este arisco, crítico, desolado texto, abre la narrativa contemporánea». Nos dejó un sentido del humor fino y una prosa exhuberante que a pesar de los pesares, del tiempo que vivimos, sigue siendo única y deslumbrante. «Yo quiero expresar nada más que la aventura del hombre», llego a decir. Ahora es un escritor silencioso, casi secreto, que sigue seduciendo igual que antes, tal vez mas inaccesible para la mediocridad general. Quizá por eso decidió quedarse los últimos diez años de su vida echado en una cama, como si dudara del presente, que no del futuro, para tan sólo levantarse y vestirse para recoger el premio Cervantes. Uno espera encontrarlo aguardando su turno, su celebración futura, aunque ahora no lo olvidan ni la universidad, ni sus lectores fanáticos, ni el tiempo venidero que lo aguardará en su seno. Me enseñó que en la vida todos vamos a perder, más que nada porque nos alcanza la muerte al final del recorrido, y a medio camino el fracaso, la incomprensión, la traición, el vacío y la incertidumbre. El Astillero fue su obra cumbre, para algunos muy por encima de muchas de las novelas insignia del Boom que tuvieron predicamento, calidad y éxito de público. Supongo que en todas sus historias termino por atisbar su rostro ovalado, sus gafas de miope empedernido y esa media sonrisa con la que saludó a la vida. Su decálogo sólo sirve para distinguir a los grandes escritores de los otros, o para seguir un camino honesto aun cuando el destino se tuerza. Ya llegarán tiempos mejores. Quizá por eso me vale, aunque no comparta todos sus puntos, es un decálogo tan auténtico como él. Murió el 30 de mayo del año 1993.
Decálogo más uno, para escritores principiantes
I. No busquen ser originales. El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo.
II. No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Éste sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo.
III. No traten de complicar al lector, ni buscar ni reclamar su ayuda.
IV. No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético.
V. No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escriban siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar.
VI. No sigan modas, abjuren del maestro sagrado antes del tercer canto del gallo.
VII. No se limiten a leer los libros ya consagrados. Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz, hoy son genios.
VIII. No olviden la frase, justamente famosa: 2 más dos son cuatro; pero ¿y si fueran 5?
IX. No desdeñen temas con extraña narrativa, cualquiera sea su origen. Roben si es necesario.
X. Mientan siempre.
XI. No olviden que Hemingway escribió: «Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela, que viene a ser lo más bajo en que un escritor puede caer.»
Cuestionario de Proust
¿El principal rasgo de su carácter? La pereza.
¿La cualidad que desee en un hombre? La bondad.
¿La cualidad que prefiere en una mujer? La ternura.
¿Lo qué más aprecia en sus amigos? Lealtad.
¿Su principal defecto? Ninguno.
¿Su ocupación preferida? Leer novelas policiales
¿Su sueño de dicha? Whisky y una buena novela policial que todavía no he leído.
¿Cuál sería su mayor desdicha? Superstición. No la nombro.
¿Qué quisiera ser? Yo, en las condiciones presentes, pero con veinte años.
¿Dónde desearía vivir? En cualquier sitio, pero de rentas.