Puede ser que sean de nuevo ese día de veinticuatro horas, que la noche vaya cayendo y esparciendo la arena del reloj, y al marcar un teléfono suene la desconexión de éste laberinto urbano, el dolor de huesos y la lluvia húmeda. Pero en el fondo están allí, gritando esas vidas, embadurnados de la noche que fue delirio y dejaron morir despacio, en el abrazo de lo que no sabían, en la ignorancia de creer alcanzar otro lugar.
Puedo imaginar qué sucedió allí hace tanto tiempo. Puedo verlo desde mis ojos achinados, desde la perilla de Jules y las sonrisas de Helene y Sophie. Puedo observar el destartalado marco de lo acontecido, adentrarme entre las carcasas de la foto y quitar sus placas amarillas, la vejez que dobla el recuerdo, volver al fingimiento de esa noche, al cigarrillo que se consumirá después, al torpe amor de los desconocidos gozando la vana ilusión de la juventud.
Pero ellos no pueden verme, no pueden observar donde está ahora Helene y sus ojos fatigados tras el largo viaje, su cuerpo alargado como un junco erizado, tan suave y cálido entonces de milagrosas venas. No pueden ver que camina por otros mediterráneos, que se perdió con su Ulyses griego por las aulas y las lociones antipiojos, que anhela ser madre en la imposibilidad de una tierra con vistas al mar; la Provenza francesa a la espalda, el eco del Mistral sureño en las pupilas dilatadas mientras se llena de cosas; quizá un amante para la tarde de los miércoles, o sonrisas fingidas en cursos de baile o de iniciación a la escritura biográfica o sucesos extraescolares, y gime de gozo al recordar esa fotografía en la que falta su ángel negro, su paraíso y su tortura después de quince años de amor imperfecto pero amor.
Tampoco Jules conocerá el lugar al que fueron sus cientos de inquietas preguntas, cuándo murió su vitalidad de ojos profundos, el exceso con el que agitaba sus neuronas ideando las palabras de una nueva filosofía, y juro que hubiera sido capaz de hacerlo de no haber muerto en vida. Jules, que vive de los despojos, que apenas llega a fin de mes para alcanzar el mismo desasosiego que detestaba en su padre, mientras se lamenta de asperezas y emite consejos sin brillo, umbrío, borrando de una vez lo que fue hermoso en él, lo que deslumbraba a las sirenas y a los ángeles caídos, lo que significaba un camino, su destino, un aliento futuro que nunca se dio.
Sophie no sabrá nunca que después de construir cientos de cartografías se le disipó la fe, se le borró ese lunar del labio que al besarse convocaba a las hadas del augurio. La sirena tiene ahora los ojos más tristes y esa hermosura lánguida de lo que no alcanzamos. Hoy, ilusa y distante, piensa en renunciar a su vida para iniciar el futuro de otra, como si el hastío le exigiera la maternidad y no la larga autopista que soñó; confusa por los tiempos, herida por las burlas del porvenir, extrañada en un mundo de extraños aunque mantenga la sonrisa de sus labios y la sombra del lunar borrado como un presagio.
Jim ya no baila con pantalones de cuero y el bourbon ahogándole la garganta con The End en el alma. Tampoco es la sonrisa de la fotografía, cuando pensaban en la libertad sobre la palma de su mano. No podrá atisbar como fue muriendo ese espacio ni ver la mismas estrellas que brillaron esa noche en el cielo. La ebriedad le quemó el corazón hasta disipar las furias en danzas primigenias, en reflejos de venganza bajo el clamor de los tambores de la resurrección amarga. Vivió después en las madrugadas incendiadas, se levantó junto a pieles desconocidas y vio sus rostros sin alma, la obscenidad del mundo desnuda, acariciando espaldas desde el silencio con los dedos de la derrota blanca y la sigilosa fiebre de las batallas. Ahora mira las noches de luna llena escuchando el latido de aquel tiempo, la fotografía de la sensualidad le acude, va llegando a sus ojos tan azules como una lámina de mar, hasta besar alguno de los labios carnosos de aquella Francia de música y sonoras palabras.
Esos astros luminosos surgiendo del infinito del cielo, brillando tan sólo en la fugacidad de ese instante cuadriculado en la inmensidad de lo estático, de su destello y su cercanía, mientras Sophie coge la mano de Jim y Helene acaricia los cabellos de Jules. Después de la luz se mirarán poseídos de alegría en el exterior, y la noche les recordará que el tiempo transcurre y no hay tiempo que perder para escapar al destino o para construirlo con esos ladrido de perros de lluvia tan mojados como ángeles afónicos.
Puede ser que sean solo ese día, que Helene haya perdido esa fotografía para no pensarse, para no ser, igual que Jules la contempla escondida en un diario sin letras cuando llega la madrugada, buscando los ojos de entonces y las palabras desaparecidas. A veces, Sophie y Jim la miran pensando que hubiera sido de ellos si algo hubiese ocurrido diferente, si en la madrugada de abril de 1994 hubiera brotado un eco distinto y la estrella que les contempló besarse hubiera tenido una luz más intensa; si Jim hubiese sido más decidido y ella más cobarde de sueños. ¿De qué está hecho el tiempo, de qué está fundido ese latido que nos transforma, que modifica el cuerpo y afecta a los hilos del alma que se desconectan de los espacios desaparecidos, de los pequeños rincones de ausencia y presencia articulando los mapas?
No volverán a poseer esa imagen y la congoja de las tardes de invierno esparce una fina lluvia en el jardín. Tendrán otras, pero nunca juntos en una noche de abril regada de vino, surgida de las fauces de mil sonrisas y de los dientes blanquísimos de Sophie, de los ojos rasgados de Helene y de la lengua gozosa que se dobla en la boca de Jules, mientras se fijan irremediablemente en aquella película de Truffaut y en Jeanne Moreau con veinte años, corriendo vestida de muchacho por un puente enrejado, y Jules y Jim la persiguen tratando de abrazar lo mismo que se me escapa en la foto.
Tiempo, tiempo, el tiempo que todo lo borra, el tiempo que ofrece su particular sentencia como un fotograma en blanco y negro de la mejor película que vieron, de sus vidas detenidas en un fotomatón y excusas, y todos los labios que llegaron después para quedar fijados en la noche cálida de una primavera viva, en los sueños encerrados de cuatro miradas despavoridas a punto de la renuncia.
El paso del tiempo acaba por abrir en Jules y Jim las grietas.
La búsqueda de un pasado en un retrato, es lo que queda cuando se fue feliz y sin embargo el tiempo lo ha cambiado todo en color sepia.
No hay nada que se parezca a entonces y se acaba persiguiendo sueños sin sentido, seguramente como buscar en tierra infértil el mar.
La retrospectiva siempre deja mil sabores, seguramente cuando lo escribiste así sucedió, ahora tus versos destilan es alcohol que se evapora y se transforma en nada.
Lo mejor del poema quizá sea su hermosa desarmonia, mezclada con ese caos de vida convertido en verso. Ando seducida por tus perros de la lluvia desde el aliento de los versos. Quizá no sepa nada, pero los últimos versos mezclados con esa fotografía me han hecho pensar en tantas cosas que me pierdo.
¿Por qué miradas a punto de la renuncia y no la esperanza de la alegría de entonces?.
UN beso muy fuerte y gracias de corazón por este hermosísimo poema…
Hasta pronto
Chupito;
espero que conviertas esa extrañeza en algo sagrado, porque no es rara, es demasiado común a la lucidez y permite jugar y progresar… el mundo esta lleno de esa sensación, así que nunca deber ser algo solitario o excluyente, sino una valentía de ver las cosas de otro modo.
Bienvenida a los Perros de la Lluvia y mil gracias por el comentario halagador
Es verdad que la desarmonía, la ausencia de falso lirismo o del ritmo de la poesía más convencional me atormenta. Pienso que ha llegado el momento de cambiar, pero efectivamente este poema es el ejempló más claro para ilustrarlo; largo y narrativo, con recursos de otros géneros literarios, y tramposo seguramente.
cada vez que he mirado esa foto he sentido una grieta abriendo las paredes de mi memoria y una alegria intensa por haber estado, haber sido y haber vivido.
Creo en la alegría, pero tengo la sensación de que la vida es un proceso de renuncia. Si hubiera escrito sobre aquella noche de otro modo hubiera sido, ahora, en el año 2008, un soberano mentiroso, o peor, un estúpido orgullos y ciego de los vivido
Un abrazo muy fuerte
Alfaro
Gracias otra vez
Pareces desaparecida, espero que no sea el pasado, y mucho menos que se trate del presente. Cuídate mucho.
un beso
Dale un abrazo de mi parte…
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«confusa por los tiempos,
herida por las burlas del porvenir,
extrañada en un mundo de extraños»
Conviertes el abatimiento en algo hermoso y extrañamente sagrado. Yo hace tiempo que me siento así, como en esos tres versos…
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El paso del tiempo acaba por abrir en Jules y Jim las grietas.
La búsqueda de un pasado en un retrato, es lo que queda cuando se fue feliz y sin embargo el tiempo lo ha cambiado todo en color sepia.
No hay nada que se parezca a entonces y se acaba persiguiendo sueños sin sentido, seguramente como buscar en tierra infértil el mar.
La retrospectiva siempre deja mil sabores, seguramente cuando lo escribiste así sucedió, ahora tus versos destilan es alcohol que se evapora y se transforma en nada.
Me gustó Ariño,
Un abrazo,
Estel J.
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Lo mejor del poema quizá sea su hermosa desarmonia, mezclada con ese caos de vida convertido en verso. Ando seducida por tus perros de la lluvia desde el aliento de los versos. Quizá no sepa nada, pero los últimos versos mezclados con esa fotografía me han hecho pensar en tantas cosas que me pierdo.
¿Por qué miradas a punto de la renuncia y no la esperanza de la alegría de entonces?.
UN beso muy fuerte y gracias de corazón por este hermosísimo poema…
Hasta pronto
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El tiempo que todo lo borra y deja imágenes desvaídas en nosotros… , como si todo estuviera desconectado y al otro lado ninguna voz suena.
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Chupito;
espero que conviertas esa extrañeza en algo sagrado, porque no es rara, es demasiado común a la lucidez y permite jugar y progresar… el mundo esta lleno de esa sensación, así que nunca deber ser algo solitario o excluyente, sino una valentía de ver las cosas de otro modo.
Un besote
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estel
Un vez más tu lucidez revela más de lo que yo escribrí. Es un gustazo leer tus comentarios porque son como destellos.
Un beso muy fuerte
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Sarakraf,
Bienvenida a los Perros de la Lluvia y mil gracias por el comentario halagador
Es verdad que la desarmonía, la ausencia de falso lirismo o del ritmo de la poesía más convencional me atormenta. Pienso que ha llegado el momento de cambiar, pero efectivamente este poema es el ejempló más claro para ilustrarlo; largo y narrativo, con recursos de otros géneros literarios, y tramposo seguramente.
cada vez que he mirado esa foto he sentido una grieta abriendo las paredes de mi memoria y una alegria intensa por haber estado, haber sido y haber vivido.
Creo en la alegría, pero tengo la sensación de que la vida es un proceso de renuncia. Si hubiera escrito sobre aquella noche de otro modo hubiera sido, ahora, en el año 2008, un soberano mentiroso, o peor, un estúpido orgullos y ciego de los vivido
Un abrazo muy fuerte
Alfaro
Gracias otra vez
Pareces desaparecida, espero que no sea el pasado, y mucho menos que se trate del presente. Cuídate mucho.
un beso
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