jules et jim

,

 

Jules et Jim. François Truffaut
Jules et Jim. François Truffaut
a J.P.Romá

Puede ser que sean de nuevo
ese día de veinticuatro horas,
que la noche vaya cayendo
y esparciendo la arena del reloj,
y al marcar un teléfono
suene la desconexión
de éste laberinto urbano,
el dolor de huesos y la lluvia húmeda.
Pero en el fondo están allí,
gritando esas vidas,
embadurnados de la noche
que fue delirio
y dejaron morir despacio,
en el abrazo de lo que no sabían,
en la ignorancia de creer
alcanzar otro lugar.

Puedo imaginar qué sucedió
allí hace tanto tiempo.
Puedo verlo desde mis ojos
achinados, desde la perilla
de Jules y las sonrisas de
Helene y Sophie.
Puedo observar el destartalado
marco de lo acontecido, adentrarme
entre las carcasas de la foto
y quitar sus placas amarillas,
la vejez que dobla el recuerdo,
volver al fingimiento de esa noche,
al cigarrillo que se consumirá
después, al torpe amor
de los desconocidos gozando
la vana ilusión de la juventud.

Pero ellos no pueden verme,
no pueden observar donde está ahora
Helene y sus ojos fatigados
tras el largo viaje, su cuerpo alargado
como un junco erizado,
tan suave y cálido entonces
de milagrosas venas.
No pueden ver que camina
por otros mediterráneos,
que se perdió con su Ulyses
griego por las aulas y las lociones
antipiojos, que anhela ser madre
en la imposibilidad de una tierra
con vistas al mar;
la Provenza francesa a la espalda,
el eco del Mistral sureño
en las pupilas dilatadas
mientras se llena de cosas;
quizá un amante
para la tarde de los miércoles,
o sonrisas fingidas en cursos de baile
o de iniciación a la escritura biográfica
o sucesos extraescolares,
y gime de gozo al recordar
esa fotografía en la que falta
su ángel negro, su paraíso
y su tortura después de quince
años de amor imperfecto
pero amor.

Tampoco Jules conocerá
el lugar al que fueron sus cientos
de inquietas preguntas,
cuándo murió su vitalidad
de ojos profundos, el exceso
con el que agitaba sus neuronas
ideando las palabras de una nueva
filosofía, y juro que hubiera sido capaz
de hacerlo de no haber muerto en vida.
Jules, que vive de los despojos,
que apenas llega a fin de mes
para alcanzar el mismo desasosiego
que detestaba en su padre,
mientras se lamenta de asperezas
y emite consejos sin brillo,
umbrío, borrando de una vez
lo que fue hermoso en él,
lo que deslumbraba a las sirenas
y a los ángeles caídos,
lo que significaba un camino,
su destino, un aliento
futuro que nunca se dio.

Sophie no sabrá nunca
que después de construir cientos
de cartografías se le disipó la fe,
se le borró ese lunar del labio
que al besarse convocaba
a las hadas del augurio.
La sirena tiene ahora los ojos
más tristes y esa hermosura
lánguida de lo que no alcanzamos.
Hoy, ilusa y distante,
piensa en renunciar a su vida
para iniciar el futuro de otra,
como si el hastío le exigiera la maternidad
y no la larga autopista que soñó;
confusa por los tiempos,
herida por las burlas del porvenir,
extrañada en un mundo de extraños
aunque mantenga la sonrisa
de sus labios y la sombra
del lunar borrado como un presagio.

Jim ya no baila con pantalones de cuero
y el bourbon ahogándole la garganta
con The End en el alma.
Tampoco es la sonrisa
de la fotografía, cuando pensaban
en la libertad sobre la palma de su mano.
No podrá atisbar como fue muriendo
ese espacio ni ver la mismas estrellas
que brillaron esa noche en el cielo.
La ebriedad le quemó el corazón
hasta disipar las furias en danzas
primigenias, en reflejos de venganza
bajo el clamor de los tambores
de la resurrección amarga.
Vivió después en las madrugadas
incendiadas, se levantó junto
a pieles desconocidas
y vio sus rostros sin alma,
la obscenidad del mundo desnuda,
acariciando espaldas desde el silencio
con los dedos de la derrota blanca
y la sigilosa fiebre de las batallas.
Ahora mira las noches de luna llena
escuchando el latido de aquel tiempo,
la fotografía de la sensualidad
le acude, va llegando a sus ojos tan azules
como una lámina de mar,
hasta besar alguno de los labios
carnosos de aquella Francia
de música y sonoras palabras.

Esos astros luminosos surgiendo
del infinito del cielo, brillando
tan sólo en la fugacidad
de ese instante cuadriculado
en la inmensidad de lo estático,
de su destello y su cercanía,
mientras Sophie coge la mano de Jim
y Helene acaricia los cabellos de Jules.
Después de la luz
se mirarán poseídos de alegría
en el exterior, y la noche les recordará
que el tiempo transcurre
y no hay tiempo que perder
para escapar al destino o para construirlo
con esos ladrido de perros de lluvia
tan mojados como ángeles afónicos.

Puede ser que sean solo ese día,
que Helene haya perdido esa fotografía
para no pensarse, para no ser,
igual que Jules la contempla
escondida en un diario sin letras
cuando llega la madrugada,
buscando los ojos de entonces
y las palabras desaparecidas.
A veces, Sophie y Jim la miran
pensando que hubiera sido de ellos
si algo hubiese ocurrido diferente,
si en la madrugada de abril de 1994
hubiera brotado un eco distinto
y la estrella que les contempló besarse
hubiera tenido una luz más intensa;
si Jim hubiese sido más decidido
y ella más cobarde de sueños.
¿De qué está hecho el tiempo,
de qué está fundido ese latido
que nos transforma, que modifica
el cuerpo y afecta a los hilos
del alma que se desconectan
de los espacios desaparecidos,
de los pequeños rincones de ausencia
y presencia articulando los mapas?

No volverán a poseer esa imagen
y la congoja de las tardes de invierno
esparce una fina lluvia en el jardín.
Tendrán otras, pero nunca juntos
en una noche de abril regada de vino,
surgida de las fauces de mil sonrisas
y de los dientes blanquísimos de Sophie,
de los ojos rasgados de Helene
y de la lengua gozosa que se dobla
en la boca de Jules,
mientras se fijan irremediablemente
en aquella película de Truffaut
y en Jeanne Moreau con veinte años,
corriendo vestida de muchacho
por un puente enrejado,
y Jules y Jim la persiguen
tratando de abrazar lo mismo
que se me escapa en la foto.

Tiempo, tiempo, el tiempo
que todo lo borra, el tiempo que ofrece
su particular sentencia como un
fotograma en blanco y negro
de la mejor película que vieron,
de sus vidas detenidas en un fotomatón
y excusas, y todos los labios
que llegaron después
para quedar fijados en la noche
cálida de una primavera viva,
en los sueños encerrados de cuatro
miradas despavoridas
a punto de la renuncia.

Copyright Ariño2008

fotomaton1

8 Comentarios Agrega el tuyo

  1. The Flows dice:

    Dale un abrazo de mi parte…

    Me gusta

  2. chupito dice:

    «confusa por los tiempos,
    herida por las burlas del porvenir,
    extrañada en un mundo de extraños»

    Conviertes el abatimiento en algo hermoso y extrañamente sagrado. Yo hace tiempo que me siento así, como en esos tres versos…

    Me gusta

  3. Estel Julià dice:

    El paso del tiempo acaba por abrir en Jules y Jim las grietas.
    La búsqueda de un pasado en un retrato, es lo que queda cuando se fue feliz y sin embargo el tiempo lo ha cambiado todo en color sepia.
    No hay nada que se parezca a entonces y se acaba persiguiendo sueños sin sentido, seguramente como buscar en tierra infértil el mar.

    La retrospectiva siempre deja mil sabores, seguramente cuando lo escribiste así sucedió, ahora tus versos destilan es alcohol que se evapora y se transforma en nada.

    Me gustó Ariño,

    Un abrazo,

    Estel J.

    Me gusta

  4. sarakraf dice:

    Lo mejor del poema quizá sea su hermosa desarmonia, mezclada con ese caos de vida convertido en verso. Ando seducida por tus perros de la lluvia desde el aliento de los versos. Quizá no sepa nada, pero los últimos versos mezclados con esa fotografía me han hecho pensar en tantas cosas que me pierdo.
    ¿Por qué miradas a punto de la renuncia y no la esperanza de la alegría de entonces?.

    UN beso muy fuerte y gracias de corazón por este hermosísimo poema…
    Hasta pronto

    Me gusta

  5. alfaro dice:

    El tiempo que todo lo borra y deja imágenes desvaídas en nosotros… , como si todo estuviera desconectado y al otro lado ninguna voz suena.

    Me gusta

  6. jimarino dice:

    Chupito;
    espero que conviertas esa extrañeza en algo sagrado, porque no es rara, es demasiado común a la lucidez y permite jugar y progresar… el mundo esta lleno de esa sensación, así que nunca deber ser algo solitario o excluyente, sino una valentía de ver las cosas de otro modo.

    Un besote

    Me gusta

  7. jimarino dice:

    estel

    Un vez más tu lucidez revela más de lo que yo escribrí. Es un gustazo leer tus comentarios porque son como destellos.

    Un beso muy fuerte

    Me gusta

  8. jimarino dice:

    Sarakraf,

    Bienvenida a los Perros de la Lluvia y mil gracias por el comentario halagador
    Es verdad que la desarmonía, la ausencia de falso lirismo o del ritmo de la poesía más convencional me atormenta. Pienso que ha llegado el momento de cambiar, pero efectivamente este poema es el ejempló más claro para ilustrarlo; largo y narrativo, con recursos de otros géneros literarios, y tramposo seguramente.
    cada vez que he mirado esa foto he sentido una grieta abriendo las paredes de mi memoria y una alegria intensa por haber estado, haber sido y haber vivido.
    Creo en la alegría, pero tengo la sensación de que la vida es un proceso de renuncia. Si hubiera escrito sobre aquella noche de otro modo hubiera sido, ahora, en el año 2008, un soberano mentiroso, o peor, un estúpido orgullos y ciego de los vivido
    Un abrazo muy fuerte

    Alfaro

    Gracias otra vez
    Pareces desaparecida, espero que no sea el pasado, y mucho menos que se trate del presente. Cuídate mucho.
    un beso

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s