Conocía al Dylan Thomas poeta; también al alcohólico gorrón que paseaban sus carnes hinchadas y sus ojos enrojecidos de casa en casa, viviendo a costa de sus amigos y muriendo despacio. Fue poeta precoz, de un éxito desmesurado que truncó la guerra. Vivió mal y no tuvo demasiada suerte, pero sin duda fue un genio. Sus Eighteen poems o sus Twenty five poems o The Map of Love forman parte de la historia de la literatura inglesa, y es una lástima no poder leerlo en su lengua. Pero también escribió en prosa, como un divertimento, sin la misma pasión y el mismo entusiasmo con el que acometía sus versos. Siempre pensó en sus cuentos y sus novelas cortas como en un arte menor, pero cuando uno lee Con distinta Piel (Adventures in the skin trade) no puede evitar estremecerse. La historia de ese adolescente que decide marcharse de casa rompiendo antes las porcelanas de su madre, las fotografías de su hermana, parte de la vajilla, y los objetos valiosos, y se sube a un tren para abandonar su hogar y llegar a Londres en busca de una mujer que no conoce pero de la que tiene apuntado su nombre y dirección, Lucille Harris, resulta deslumbrante. Su originalidad supera con creces a la de la mayoría de sus prosistas contemporáneos con mayor predicamento. La precisión y el talento de su narrativa provoca rayos fugaces de sabiduría, de esos que proporciona la gran literatura, y encima es un texto divertidísimo. Seguramente leyó a Kafka, pero a mí, Dylan Thomas me resulta más cercano. Las conversaciones fantasmales de Samuel en esa estación a la que llega y de donde no desea moverse porque no sabe qué lugar elegir ni quiere hacerlo se adelantan al teatro del absurdo de Ionesco, al tiempo que Beckett redactaba algunas de sus obras maestras. Pero él no fue consciente del valor de su arte en prosa y durante la segunda guerra mundial abandonó el manuscrito que había comenzado unos años antes. La Guerra terminó con la mayor parte de sus ilusiones, o quizá, a través de ella descubrió el sin sentido. Vivió con toda la intensidad que pudo. Murió alcoholizado en Nueva York, en noviembre del año 53, a los treinta y nueve años, en un invierno triste. Es curioso que falleciera en el hotel Chelsea, lugar mítico de lo suicidas de la tierra. Por cierto, Bob Dylan se llamó así en su honor.
Con distinta piel
-¿Ha resuelto cuando se va a ir de aquí? -preguntó al cabo el hombre-. Porque usted debe irse, tarde o temprano, ya lo sabe. -No sé adónde voy a ir. No tengo la menor idea en el mundo. Por eso vine a Londres. -Mire -dijo el hombre, controlando su voz-, todas las cosas tienen sentido. Tienen que tener. De otro modo no podríamos seguir adelante, ¿no le parece? Todo el mundo sabe adónde va, sobre todo si ha venido en el tren. Eso es elemental. -Hay gente que huye. -¿Usted huye?. -No -Entonces, no lo diga. No lo diga.-Su voz temblaba; miró los números de sus palmas. Después comenzó otra vez, suavemente, con paciencia-: Aclaremos lo primero. La gente que ha venido debe irse. La gente debe saber adonde va; de otro modo el mundo no podría ser dirigido sobre una base sólida. Las calles estarían llenas de gente vagando, ¿no es así? Vagando de un lado a otro y perdiendo el tiempo en discusiones inútiles con gente que sabe adonde va. Me llamo Allingham, vivo en Sewell Street,cerca de Praed Street, y soy mueblista. Sencillo, ¿verdad? No hay necesidad de complicar las cosas si uno no pierde la cabeza y sabe quién es. -Yo soy Samuel Bennet. No vivo en ninguna parte. Y tampoco trabajo. -¿Adónde va a ir, entonces? Yo soy un entrometido, ya le dije de qué me ocupo. -No sé. -No sabe -repitió mister Allingham-.No crea que ahora está en alguna parte, ¿sabe?. No puede llamar a este lugar alguna parte, ¿verdad? Respira lugar. -Estaba preguntándome qué iba a suceder. Eso es lo que he estado discutiendo conmigo mismo. En realidad vine para ver qué me sucedería. No quiero forzar que me suceda algo. -Estaba discutiendo consigo mismo. Con un muchacho de viente años. ¿Cuántos años tienes? -Veinte -Eso es. Discutiendo un problema como ése con un muchacho recién salido de la adolescencia. ¿Qué esperabas que sucediera? -No sé. Tal vez al comienzo vendría gente y conversaría conmigo?. Mujeres -dijo Samuel. -¿Por qué debían conversar con usted? ¿Por qué debo hablar yo con usted? Usted no va a ninguna parte. Usted no hace nada. Usted no existe. Pero toda la fuerza de Samuel estaba en su vientre y en sus ojos. Debía taparse los ojos o el mostrador con tapa de mármol se derritiría y se desprenderían las ropas de las muchachas, detrás de él, y se resquebrajarían todas las tazas de los estantes. -Cualquiera podía acercarse -dijo. Después pensó en su hermoso comienzo. -Cualquiera -repitió, sin esperanza. Un empleadillo de la Rotonda, a una docena de puertas de su casa; una mujer de Birminghan, vulgar y fría, asustada por un guiño; cualquiera, cualquiera; un diácono venido del Valle, con un pretexto mezquino y el portamonedas cosido a sus forros; una empleada madura en vacaciones, procedente de un almacén de franelas y calicós, donde las cotizaciones de Bolsa se reciben por cable. Nadie que él hubiera deseado jamás.
-Usted no lo entiende. No espero a esa clase de gente. En realidad, no sé que espero, pero no es eso. -Modesto. -No, tampoco soy modesto. No creo en la modestia. Es simplemente que estoy aquí y no sé adónde ir. No quiero saber adónde ir. Mister Allinghamn comenzó a rogar, echándose sobre la mesa, tirando suavemente de la solapa de Samuel, mostrando las cuentas de sus manos. -No diga que no quiere saber adónde ir. Por favor. Sea bueno. Debemos tomar las cosas con calma ¿no?. Escuche una simple pregunta. No se apure. Tómese tiempo -cogió una cucharilla de té con la mano-. ¿Dónde estará esta noche? -No sé. En alguna parte, pero no será ninguna parte que yo haya elegido, porque no voy a elegir nada. Mister Allinghamn soltó la cucharilla de té. -¿Qué quiere, Samuel? -Susurró. -No sé.-Samuel se tocó el bolsillo del pecho, donde estaba la cartera-. Sé que quiero encontrar a Lucille Harris -dijo. -¿Quién es Lucille Harris? Entonces mister Allingham lo miró. -No sabe -dijo-. ¡Oh, no lo sabe!.
(fragmento de Con distinta piel. Dylan Thomas)
Biografía
Dylan Marlais Thomas nació en Swansea, Gales, en 1914. Su precocidad se nota ya desde su infancia, a los 4 años es capaz de recitar de memoria Ricardo II de Shakespeare, preconfigurando no solamente su singularidad, sino también sus dotes histriónicas. Su padre, D. J. Thomas, un escritor frustrado, profesor de una escuela elemental (la Swansea Grammar School, donde estudió Dylan) vio en su hijo el enorme talento que estaba germinando, de hecho soñaba con darle la mejor educación posible, mandándolo a Oxford, lo que no sería posible. Tras terminar su educación secundaria, Thomas emigró a Londres con el deseo ferviente de publicar sus poemas.
Ya antes había dejado la escuela para convertirse, a instancias de su padre, en periodista del South Wales Evening Post. Es en esta publicación donde ya se desatan las dotes de escritor de Thomas. Redacta obituarios poéticamente, y críticas de cine y teatro donde no dejó títere con cabeza, despedazando a lo más granado de las tablas galesas de por aquel entonces (ya muestra su propensión al escándalo). Después de una ardua jornada de trabajo solía apagar su sed insaciable en el bar The Anthelope, donde escuchaba las historias de los marineros ingleses, mientras se embriagaba hasta la médula. Pero el camino no estaba en el periodismo. Tras un año y medio de labor de prensa, la poesía -su «oficio u hosco arte»- lo arrastraría definitivamente hacia sus dominios.
Obras
Su primer libro es Eighteen Poems (1934), recopilación de imágenes transfiguradas que recibió inmediatos elogios de la crítica anglosajona, que apuntó en estos versos la magia y la oscuridad residentes en los mismos. Ya había ganado renombre con publicaciones de los poemas que se reunirían en sus primeros libros en diversas revistas, tales como New Stories, New Verse, Life and Letters Today, The Criterion (donde era director el escritor T. S. Eliot).
Thomas ya se escinde de la poesía de su tiempo, más preocupada de cuestiones sociales, como en la que incursionaban T. S. Eliot o W. H. Auden. Thomas evidencia en estos poemas la influencia del surrealismo inglés, y también recoge influencias de la tradición celta, bíblicas o bien símbolos sexuales. Para Thomas «la poesía debe ser tan orgiástica y orgánica como la cópula, divisoria y unificadora, personal pero no privada, propagando al individuo en la masa y a la masa en el individuo»
La actividad de Thomas no cesa. Ya se había afincado en la capital inglesa, además de procurarse, mediante su poesía, un círculo de lectores y de amistades literarias. Por cierto que no deja de escribir, pero también aprovecha de casarse. En 1936 contrae matrimonio con Gaitlin MacNamara, al tiempo que publica su segundo libro Twenty-Five Poems. Esto ya lo erigen como un elemento a considerar a la hora de entrar a la nueva poesía inglesa. Con todo, las cosas no van bien económicamente. Sumido en una pobreza exasperante, el alcoholismo lo ha tomado por completo y es mediante la bebida como encuentra la lucidez que le permite crear las imágenes oscuras y delirantes que hicieron famosa su poesía.
Hacia 1939 Europa empieza a vivir el horror de la Segunda Guerra Mundial. Dylan Thomas quiere enlistarse, pero se le declara no apto para el combate. Entonces empieza su carrera radiofónica, para la cual demostró un particular talento, especialmente como guionista y locutor. En la radio de la BBC su labor es el comentario de documentales cinematográficos, pero también tendría reservados otros proyectos, como el poema dramático Under Milk Wood (póstumo, 1954). Aparecen sus libros The World I Breath y The Map of Love (El mapa del amor).
En 1946 aparece la que es considerada su obra cumbre Deaths and Entrances (Muertes y entradas). Viaja a Estados Unidos donde incursiona en el guión de cine, que no llegará a ver en pantalla. Mientras redactaba el guión de una obra de Ígor Stravinski, el 9 de noviembre de 1953 a las 12.40 horas, en el Hospital St. Vincent de Nueva York, sufre una hemorragia cerebral que le quita la vida, conclusión fatal a tantos años de alcoholismo desenfrenado. Cuatro días antes había entrado en coma etílico mientras se hospedaba en su habitación del hotel Chelsea.
Like a rolling Stone
Bob Dylan no sólo cogió de Dylan Thoma su sonoro apellido artístico. Estoy seguro de que para componer esta canción leyó Adventures in the skin trade
Me han entrado ganas de leer algo suyo, muy buena entrada!
Y muchos besos!
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