El cuarto es una reproducción en blanco y negro de un cuadro de Forbes titulado Una rata detrás del tapiz. Este cuadro se inspira en una historia real que sucedió en Newcastle-upon-Tyne durante el invierno de 1858. La vieja lady Forthright poseía una colección de relojes y autómatas de la que estaba muy orgullosa y cuya joya más preciada era un pequeñísimo reloj engastado en un frágil huevo de alabastro. Había encomendado la guarda de su colección a su criado más viejo. Era un cochero que llevaba más de sesenta años sirviéndola y estaba perdidamente enamorado de ella desde la primera vez en que había tenido el privilegio de llevarla en su coche. Había puesto su pasión muda en la colección de su señora y, como era extremadamente habilidoso, la cuidaba con arrebatado esmero, dedicando día y noche a conservar o a recomponer aquellos mecanismos delicados, algunos de los cuales tenían más de dos siglos. Las piezas más bellas de la colección se guardaban en un pequeño aposento destinado a este único objeto. Se habían encerrado algunas en vitrinas, pero la mayor parte estaban colgadas en la pared y protegidas del polvo por un ligero tapiz de muselina. El cochero dormía en un cuchitril contiguo, pues, desde hacía algunos meses, se había instalado un sabio solitario no lejos del castillo, en un laboratorio donde, a imitación de Martin Margin y del turinés Vella, estudiaba los efectos contrarios de la estrictina y el curare en las ratas, pero la anciana y el cochero estaban persuadidos de que era un bandido, al que sólo la codicia había atraído a aquellos lugares, en los que estaba tramando alguna endemoniada artimaña para apoderarse de sus preciosas joyas. Una noche despertaron al viejo unos débiles gritos que parecían salir del cuartito. Se imaginó que el diabólico sabio había amaestrado a una de sus ratas y le había enseñado a ir a robar los relojes. Se levantó, cogió de su caja de herramientas, que nunca abandonaba, un martillito, entro en el aposento, se acercó al tapiz tan sigilosamente como pudo y dio unos violentos martillazos en el sitio de donde le pareció que procedía el ruido. Por desgracia no se trataba de un rata, sino tan sólo de aquel reloj magnífico engastado en su huevo de alabastro, cuyo mecanismo se había descompuesto ligeramente, produciendo un crujido casi imperceptible. Lady Forthright se despertó sobresaltada con el martillazo, acudió al punto y encontró al viejo criado pasmado, boquiabierto, con el martillo en una mano y la alhaja destrozada en la otra. Sin darle tiempo a explicar lo sucedido, llamó a otros criados y mando encerrar a su cochero, creyéndolo loco furioso. Murió la señora la cabo de dos años. Enterado el viejo cochero, logró fugarse de su lejano manicomio, regresó al castillo y se ahorcó en el mismo cuarto en el que se había desarrollado el drama.
Georges Perec. La vie Mode d´emploi. (La vida instrucciones de uso)