CARTOGRAFÍAS-COSAS QUE NUNCA DIJISTE QUE LLEGARÍAN

 

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     A veces me imagino huyendo por una de esas carreteras retorcidas y estrechas que llevan a la Sierra, escoltado por los bosques de pinos y el aire fresco de las montañas. Tras mis pasos, a escasos metros, mi gato Quevedo, blanco y negro angelical de tupidos bigotes y enormes ojos verdes. Una mochila a cuestas, un tallo de trigo colgando del labio y las manos ocupadas con ramas de romero y manzanilla. Entonces elevo la vista hacia el cielo liberado que luce en su seno el brillo deslumbrante de un sol veraniego, y entre las rocas que sirven de horizonte me parece ver al abuelo saludándome, tan grandón y entrañable, con su gorra de marinero negra calada en el cráneo pelado y la pipa humeante que expulsa el humo blanco del tabaco quemado.
    A veces me imagino escalando el pico de una montaña, oteando el horizonte verde e inmenso con la mano puesta sobre los ojos para evitar el sol; entonces soy feliz observando el vuelo de un águila, el perfil desmesurado de una cabra montesa, oyendo el aullido sobrecogedor y desesperado de un lobo acorralado buscando la salvación.
     Eso es lo que queda, abuelo, un poco de esperanza y demasiada resignación.
    A veces necesito soñar que vives, para seguir imaginando y extrayendo sueños de una realidad hostil que no ofrece resquicio a la libertad y a la justicia. Supongo que la consciencia es el pago de saber y sentir, y como dijo no se quien, la inteligencia es facultad de la bondad. Pero se le olvidó añadir que la bondad tiene su origen en la sensibilidad y la empatia, y por tanto en el dolor incesante que lleva consigo el hecho de ser consciente de la amargura de la existencia humana.
      En ocasiones, la pesadilla ensucia las partituras de la sabiduría, y a mis cuarenta y cuatro años, las llaves que el abuelo abrió para mi disfrute y desarrollo, se tornan imposibles, tapiadas a conciencia por la mediocridad y el mal gusto, por la suciedad del asfalto y el espíritu negruzco de tantos hombres. Por eso huir, y por eso utilizar la imaginación para verme caminar entre los recovecos del sendero, pisando la tierra que vio nacer a mis orígenes, y las piedras que fueron surgiendo en el camino, mostrando sus lustrosos costados, flanqueado por los árboles rectos que desafían la gravedad subiendo hacia las nubes, observado por los picos medio nevados que ceden al empuje del buen tiempo y generan arroyos de agua cristalina.
       Como tú dijiste, abuelo, la paz no existe; y en medio del caós que alberga en su seno escasa lucidez, uno sólo puede aferrarse a un absurdo si comprende, y éste es desde luego el inicio del diario y de la historia que a continuación contaré para ti.
       Probablemente no soy tan puro como era, y seguro que jamás de los jamases llegaré a gozar de un sólo gramo de tus cualidades y tu claridad. Ya no puedo ser claro, y de repente, cuando más te admiro, cuando más recuerdo y observo tu perfil regio, cuando oigo tus palabras sabias expresadas con naturalidad y veo tus ojos azules que contienen la visión demoledora del siglo, pienso en un hijo, el mío, futuro, y me planteo la dolorosa e intolerable cuestión de si lo educaría para que fuera un hombre justo, en la sabiduría y el amor a la vida, en la naturaleza y en la imaginación, o si tal vez lo mejor fuera convertirlo en un hombre para la sociedad, con sus mediocridades y cortas medidas, para hacerlo al menos más feliz y a la vez más inconsciente.
     Hasta qué punto he llegado, abuelo, para que me escuches decir esto, y si bien yo no me arrepiento, y nunca lo haré, de haber aprendido de ti lo esencial, la verdad más ambigua y hermosa, la belleza, el sueño y el deseo, la poesía, la realidad de mí mismo, el contenido real y sin límites de una existencia, a veces me planteo crudamente el dilema anterior frente a la posible vida de una descendencia posterior. No se ven los grandes hombres, abuelo, o no los veo o es que han desaparecido, y como puedes comprobar, yo sólo soy uno más, y de heroico debo tener el corazón que siente y la razón que palpita a lo sumo, todo lo que tú fuiste.
      A veces me imagino escalando el pico de una montaña, oteando el horizonte verde e inmenso con la mano puesta sobre los ojos para evitar el sol, entonces soy feliz observando el vuelo de un águila, el perfil desmesurado de una cabra montesa, escuchando el aullido sobrecogedor y desesperado de un lobo acorralado buscando compañía.
       Eso es lo que queda abuelo, un poco de esperanza y demasiada resignación…

 

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6 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Gloria Estela Bonilla Velez dice:

    gracias bello relato

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  2. Iván Bethencourt dice:

    Una delicia leerte.

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  3. roque dice:

    ACEPTA. No es resignación, pero nada te hace perder màs energía que el resistir y pelear contra una situación que no puedes cambiar. DALAI LAMA

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  4. roque dice:

    La duda es una herramienta básica para evitar tanto la apatía como el fanatismo. VICTORIA CAMPS

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  5. Nana dice:

    Qué texto tan emocionante. Yo también me imagino en esa huida a menudo.

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  6. Te felicito. Es realmente bueno. Al menos ya somo dos 🙂
    Un saludo,
    Livia

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